«La práctica de expandir el amor a todas las criaturas vivientes produce estados extáticos de alegría cósmica».

La única determinación auténtica para el servicio espiritual, si no proviene de un maestro, debe provenir del interior del Yo Superior del individuo. Si proviene del ego, es una intrusión innecesaria en la vida de otras personas que les hará poco bien, sin importar cuán buena sea la intención.

No es que no deba estar interesado en otras personas o tratar de ayudarlas, pero él debe recordar que puede hacer muy poco por ellas mientras él mismo es todavía tan pequeño.

La ayuda o limosna ofrecida desde el sentimiento de unidad del donante con el que sufre se da dos veces: una como beneficio físico y otra como bendición espiritual que lo acompaña.

Si comienza a sentir que él mismo es el autor del servicio, el benefactor de estas personas reafirma su ego. Esto actuará como una barricada entre él y el poder impersonal superior. La efectividad espiritual de su actividad comenzará a menguar.

También debemos recordar que la actitud del alma avanzada hacia el sufrimiento personal no es la misma que la de un alma ordinaria. Su punto de vista es diferente. Hasta donde conocemos la historia humana en este globo, todos los hechos muestran que la dolencia, el dolor, la enfermedad y la muerte son parte de las condiciones que gobiernan la experiencia del cuerpo físico, porque son partes ineludibles e inevitables de toda experiencia en el plano físico para formas altamente organizadas, ya sean humanas o no. Es decir, forman parte del plan divino para el hombre. Los seres humanos nos resentimos con estas experiencias, pero puede ser que sean necesarias para nuestro completo desarrollo y los Iluminados que se han acercado a la sabiduría infinita se dan cuenta de esto y sueltan su resentimiento. Podemos recordar aquí la actitud de Sri Ramakrinsha hacia el cáncer de garganta del que murió, la actitud de santa Bernardita de Lourdes hacia su tuberculosis fatal, dolorosa y prolongada, el fatalismo de Ramana Maharashi hacia sus dolores y dolencias físicas, y la respuesta de Sri Aurobindo al médico que lo atendió debido a una rodilla rota después de una caída: «¿Cómo es que tú, un Mahatma, no puedes predecir y prevenir este accidente?» «Todavía tengo que llevar este cuerpo humano conmigo, está sujeto a limitaciones humanas comunes y leyes físicas».

El servicio filosófico se distingue por la competencia práctica y la ausencia de egoísmo.

Humillado por sentimientos de pequeñez personal e indignidad moral, se sorprende al descubrir que se ha convertido en un canal a través del cual un poder que no es suyo, y que en realidad está más allá de su propio poder, fluye hacia afuera para ayudar y sanar a otros.

La esperanza es el andamio de la vida. Pero a menos que las manos entren en acción, podemos permanecer en ese andamio para siempre y, sin embargo, el edificio nunca se levantará. Es por eso que los que buscamos la Verdad tenemos que trabajar por dentro y trabajar intensamente en medio de la argamasa y los ladrillos comunes de la existencia mundana. Nuestros sueños de una vida más divina son proféticos, pero solo los convertimos en realidad cuando dirigimos nuestras manos hacia las tareas y disciplinas que nos presenta el mundo.

Cada circunstancia o evento nuevo en la vida de un estudiante tiene algún mensaje de la Mente Infinita para él, alguna lección para enseñarle o alguna prueba para fortalecerlo. El estudiante necesita descubrir este significado interno y, en consecuencia, reajustar su pensamiento y sus acciones.

Recuerde que ninguna empresa o cambio debe depender de los recursos limitados del ego. La humilde solicitud de ayuda del Yo Superior expande estos recursos y tiene un valor protector. Al comienzo de cada día, de cada esfuerzo, de cada viaje y de cada trabajo importante, recuerde al Yo Superior, recordándolo, obedezca sus leyes. Busque su inspiración, su poder. Convertirlo en su socio silencioso es duplicar su propia eficiencia.

Cuanto más alto asciende, más humilde se vuelve. Pero no hará una demostración de su humildad al mundo, ya que no es necesaria allí y podría dañarlo a él y a otros. Será humilde en lo más profundo de su corazón, donde se necesita, en ese lugar sagrado donde se encuentra cara a cara con el Yo Superior.

Dentro de su corazón no puede reclamar nada o tenerlo como propio, ni siquiera su espiritualidad. Si realmente no quiere aferrarse al ego, no debe apegarse  a nada más. No debe haber un sentido de grandeza interior, ningún sentimiento claro de haber alcanzado un alto grado de santidad.

En su mente, solo hay espacio para un pensamiento a la vez. Por lo tanto, asegúrese de que sea un pensamiento positivo.

Si hay alguna ley relacionada con la Gracia, es que, así como amamos a nuestro Yo Superior, de la misma manera recibiremos su Gracia. Pero este amor debe ser tan intenso, tan grande, que sacrifiquemos espontáneamente nuestro tiempo y nuestro pensamiento. ya que demuestra lo mucho que significa para nosotros. En resumen, tenemos que dar más para obtener más. Y el amor es lo mejor que podemos dar.

La pausa momentánea en cada latido del corazón es un vínculo con el centro de quietud del Yo Superior. Dondequiera que cese el ritmo de actividad, ya sea en el corazón de un ser humano o en un planeta entero, su causa infinita y eterna está allí. Toda esta vasta actividad universal no es más que una función del Vacío inmóvil y silencioso.

La práctica de la filosofía es una de sus partes esenciales y no solo consiste en aplicar sus principios y sabiduría a la vida activa diaria, sino también en realizar la presencia divina en lo profundo del corazón, donde habita en gran quietud.

La acción inspirada se vuelve posible cuando, hablando en metáforas espaciales, cada acto recibe la atención necesaria y temporal en el primer plano de la mente, mientras que el Yo Superior mantiene la atención permanente del ser humano en el fondo de su mente.

Si siente esta presencia y puede hacer su trabajo sin abandonarla, entonces su papel es sagrado, no importa si es un artista o un artesano.

No es solo el equilibrio dentro del ego lo que debe buscarse, no sólo el equilibrio entre la razón y la emoción, entre el pensamiento y la acción, sino también, lo que es mucho más importante, fuera del ego: entre él y Yo Superior.

Este recordatorio constante del yo más elevado se convierte, con el tiempo, en una especie de sagrada comunión.

La práctica de expandir el amor a todas las criaturas vivientes produce estados extáticos de alegría cósmica.

“La tristeza no es digna de un sabio” – es el recordatorio de un texto antiguo de Confucio. «Es un hombre internamente libre de tristeza y preocupación». Debería ser como el sol del mediodía, iluminando y animando a todos. Esto no se le da a todo ser humano, sino solo a aquel cuya voluntad está dirigida hacia lo ‘Grandioso”, porque el atributo de lo ‘Grandioso’ es la alegría «.

Ese hermoso estado en el que la mente se reconoce a sí misma por lo que es, en el que toda actividad es aquietada, con excepción de la actividad de la consciencia, e incluso entonces de una consciencia sin objeto, este es el corazón de la experiencia.