El mantra consiste en repetir sin cesar una palabra elegida, empapándose de ella. Hay tres etapas: (a) entonarlo en voz alta; (b) murmurarlo; (c) repetirlo mentalmente. Entonces, cuando cesa la repetición, cesan todos los pensamientos.

A través de esta concentración constante, el mantra se convierte en el trasfondo de la vida diaria. Así como una persona puede cantar una melodía con la boca cerrada mientras se ocupa de otras tareas, el mantra se convierte en un acompañamiento siempre presente. Cuando la persona recupera toda su atención y se concentra por completo en el mantra, entonces todos los pensamientos se detienen. Ese es el propósito del mantra. Este resultado puede tardar semanas o meses en alcanzarse.

El mantra se vuelve más valioso cuando es oído en el centro mismo del ser del practicante. Entonces producirá el efecto de una profunda absorción interior.

La primera revelación del mundo divino es el sonido. Antes de contemplarlo, el individuo lo escucha con un oído interno. El nombre de Dios no solo tiene el poder de echar fuera fácilmente todo pecado, sino que incluso puede desatar el nudo en el corazón y despertar el amor de Dios. Estar separado de Dios es el único pecado real.